Pese a que el debate sobre cómo combatir la violencia de género lleva tiempo siendo recurrente, no se termina de encontrar una solución efectiva, o al menos eso es lo que dicen las cifras: en lo que va de año, 34 mujeres han sido asesinadas en España por sus parejas o exparejas, un total de 958 desde el 1 de enero de 2003, cuando empezaron a contabilizarse.
El tema es grave y requiere un análisis multiperspectiva. Por ejemplo: ¿cómo podríamos abordarlo desde el lado de la inteligencia emocional? Lo primero es entender que la violencia de género es en realidad un problema social y evolutivo. La sociedad durante muchos siglos ha estado dominada por el abuso de poder, el hombre ha impuesto su agresividad, ha necesitado de su violencia y de su fuerza física para dominar.
A su vez, la mujer tuvo que aprender a estar en silencio y a soportar la agresividad, la violencia y el abuso del más fuerte físicamente; fue desarrollando una fortaleza psicológica que el hombre no necesitaba desarrollar, algo que hemos dado en llamar ‘inteligencia emocional’. A día de hoy, muchos siglos después, esas diferencias esenciales entre el hombre y la mujer sigue existiendo en el inconsciente de los seres humanos.
Es cierto que tecnológica e intelectualmente se ha avanzado muchísimo, pero a nivel emocional los avances van más despacio, y esa es una de las grandes razones por las que las sociedades actuales están aquejadas de conflictos tan graves como las guerras, el hambre generalizada o el asesinato de las mujeres.
Digámoslo de otra manera: es importante hacer uso de la inteligencia emocional para que en la sociedad actual las mujeres dejen de estar conectadas al miedo. Cuando un hombre les da el primer grito, hay que pararlo. Para ello hay herramientas puestas a disposición de la ciudadanía, instituciones y asociaciones a las que se les puede pedir ayuda. En este sentido, la mejor manera de prevenir el maltrato pasa por no permitir el grito, el insulto o el descrédito.
Ya no vale el silencio; siempre hay una primera vez, si utilizamos la inteligencia emocional no permitiremos una segunda vez. Si la mujer elige estar en el silencio y en el miedo, estará –de alguna manera– prolongando una situación peligrosa para ella. Denunciar, esa es la única opción. El grito y la descalificación son la mecha que enciende el maltrato. En el momento la mujer siente rechazo por el hombre y sigue con él, está siendo carne de cañón. Al contrario: hay que apostar por el afecto y crear protocolos de convivencia donde el afecto sea la moneda de intercambio.
Si la víctima se conecta a lo mejor de sí misma logrará evitar esta situación de maltrato; solo ella puede prevenirlo y no transformarse en víctima. Sin víctima no hay verdugo y sin verdugo no hay víctima. Pero ahora veámoslo desde el punto de vista opuesto: en el caso del perfil del maltratador, ¿cómo se trata? Primero, logrando que reconozca cómo maltrata; después, ayudando a gestionar las emociones para descubrir otras formas de relación con los demás. Trabajando la inteligencia emocional es posible detener los abusos: la clave es analizar cada caso e investigar qué ha llevado hasta ese extremo.
Las personas, tanto hombres como mujeres, deben trabajar sus insatisfacciones y sus frustraciones, dejar de juzgar y culpabilizar, ser comprensivos y conscientes de la evolución del ser humano. El hombre ha de crecer en inteligencia emocional y la mujer ha de ser comprensiva y acompañarle en ese proceso evolutivo. En definitiva, en el tema de la violencia de género, la mujer ha de tomar la riendas.
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