Todo el tiempo estamos comunicándonos. Quizá más que nunca. A través de la palabra, a través del teléfono, de aplicaciones móviles de mensajería, contando nuestra vida en las redes sociales… Sin embargo… ¿nos comunicamos o solo contamos a todos el mundo lo que nos pasa? ¿Escuchamos? O mejor dicho, ¿sabemos escuchar? Porque una cosa es escuchar para rebatir, escuchar desde el prejuicio y otra muy diferente es practicar la escucha activa, empatizando con quien se comunica con nosotros. Y esta situación se da tanto en el ámbito privado como en el profesional. ¿Estamos escuchando a nuestro compañero o jefe, queriendo comprender su problema o mensaje, o directamente pensamos que tenemos la solución a todo y que nunca compartiremos la suya?
Vivimos en un mundo lleno de prisas, y a su vez vivimos en nuestra propia burbuja, nuestras experiencias y prejuicios… Todo ello hace complicado escuchar a alguien sin hacer un juicio, sin interrumpirle. La escucha activa, consciente y empática requiere un nivel de conciencia de uno mismo más elevada, requiere estar dispuesto a escuchar cosas que pueden no gustarnos. Con todo, la escucha activa es una habilidad que puede ser aprendida y practicada. Lo principal es tener en cuenta que está muy unida a la empatía. Se trata de ponernos en el lugar del otro, aunque eso no significa que tengamos que estar de acuerdo ni aceptar lo que nos están diciendo.
La escucha activa en el ámbito profesional
En el ámbito profesional este diálogo sordo, esta falta de escucha activa se traduce en las clásicas excusas y en la incapacidad de influir. Hay un ejemplo muy evidente que estamos viviendo todos hoy y que se puede observar fácilmente en muchas empresas. Lo estamos viendo en la política, en la incapacidad para la formación de Gobierno. Solo hay que ver la situación de los políticos en España, donde no son capaces de escucharse, de llegar a puntos de entendimiento y llegar a acuerdos. No se escuchan. En el momento que habla el otro, están más pendientes de lo que van a contraargumentar que del mensaje que les llega. O echan balones fuera, culpan a los demás de su falta de responsabilidad. En las empresa con frecuencia también sucede esto. Se confunde influir e insistir. Insistir es hablar, hablar y hablar hasta desgastarme sin conseguir ni el más mínimo cambio ni en mí ni en el otro, por lo que se produce una situación de bloqueo en la relación y el trabajo siguen quedándose sin hacer. La persona que debe realizar una acción, esa tarea, no percibe que le estén influyendo, no hay un acuerdo, hay un rechazo al discurso del otro.
¿Cómo practicar la escucha activa? Aportamos unas pinceladas:
- No distraerse, dirigir la atención
- No interrumpir al otro
- No ofrecer soluciones prematuras y precipitadas mientras la otra persona no ha acabado de hablar
- No valorar ni juzgar lo que estamos oyendo ni las emociones que estamos percibiendo
- No contraargumentar
- Evitar mostrarse como un experto. Suele producirse cuando ya hemos encontrado la respuesta al problema, incluso antes de escuchar todo lo que nos quieren contar
Si quieres saber más, te invitamos a escuchar él programa dedicado a la escucha activa en nuestro espacio radiofónico «A propósito de la vida«:
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