Proceso de crecimiento de una persona

¿Cómo es posible abordar el crecimiento de una persona con un enfoque que abarque más allá del crecimiento físico y madurativo visible a simple vista? Cuando tratamos este concepto de “crecimiento de una persona”, automáticamente lo asociamos a las diferentes etapas de la vida, desde la infancia, adolescencia, edad adulta y madurez.

Si pensamos en la infancia, cuando los niños son absolutamente dependientes de sus padres o tutores, nos preocupamos sobre todo de su bienestar, procurándoles cuidados básicos, cumpliendo con su calendario de vacunación, observando su ritmo de crecimiento, estando atentos a si dicho ritmo se corresponde a lo “normal” para sus años de edad.

Pero la realidad es que los niños crecen condicionados normalmente por la genética, cada uno crece a un ritmo y, salvo excepciones donde exista un problema en su desarrollo por exceso o defecto, consultamos poco este aspecto con el médico de nuestro hijo. Sólo en esos casos echamos mano de diagnósticos y tratamientos que les acerquen a encontrarse en “la media”. Y pocas veces estamos atentos a si ese exceso o defecto se acompaña de un ritmo parejo a nivel cognitivo.

 

Madurez cognitiva y madurez física

La madurez física necesita en estos casos de un acompañamiento adecuado a nivel emocional. En el proceso de crecimiento de una persona, tan peligroso es tratar a un niño de 15 años como si tuviese 10 por su condición física, que al contrario. Un aspecto muy relevante a estas edades es su desarrollo sexual y su abordaje como educadores. Estamos cansados y a la vez aturdidos de comprobar la incipiente sexualización de los niños a edades cada vez más tempranas, propiciada e incrementada muchas veces por el uso indiscriminado de las redes sociales. Como educadores, es una etapa difícil por sí misma, cargada de cambios físicos y una emocionalidad desbocada que se complica aún más cuando tenemos en cuenta aspectos sociológicos como el descrito.

 

Diferentes fases del proceso de crecimiento de una persona

La experiencia en Intelema a través de cientos de casos nos demuestra que, una vez superada esta etapa y pensando en la edad adulta, se producen también diferentes fases que suelen venir acompañadas, en ocasiones, por diferentes “crisis existenciales”:

  • La edad y el hecho de ir sumando decenas a nuestro calendario. 
  • La maternidad
  • La vida en pareja
  • El propósito de vida 
  • Nuestra alineación personal con nuestra carrera profesional 

 

Estos y otros factores son los motivos más habituales que nos hacen valorar y replantearnos cada año de vida.

Más allá de esa madurez física, cada año suma en nosotros experiencias que nos modulan. Lo habitual, lo corriente, es vivir con altibajos, con decepciones personales y profesionales que nos cambian el rumbo, duelos, enfermedades físicas y psíquicas, procesos personales de ruptura a nivel profesional o personal (separaciones, divorcios, cambios traumáticos de empleo), etc.

Y son estos baches, estos obstáculos, los que nos llenan la mochila de experiencias y nos pueden aportar vivencias y enseñanzas, si sabemos leer entre líneas, en todo proceso de crecimiento de una persona. Más allá de lamentarnos, debemos ser capaces de mirar hacia dentro y preguntarnos no ¿por qué me ocurre esto o aquello?, sino más bien para qué. Sólo nosotros podemos extraer esa enseñanza: Para qué ha tenido que pasarme esto o aquello, qué enseñanza extraigo… ¿la he aprendido? ¿he cambiado mi perspectiva? ¿me ha enseñado a vivir de otra manera?

Recuerda que la vida es sabia y te pondrá la piedra en el camino una y otra vez hasta que seas capaz de entender el mensaje.

 

Un caso práctico: bullying como etapa de aprendizaje

Te ponemos un ejemplo, hablemos de bullying o acoso escolar.  ¿A cuántos de nosotros nos ha ocurrido en primera persona o hemos vivido de cerca este tema? ¿Qué ocurre en estos casos, cuando no se atiende o se acompaña a la víctima? Se generan personalidades que viven en la inseguridad y en el miedo, tratando de agradar para ser aceptados por el grupo.

Si no se aborda, si ese niño “salva” la situación sin tratarla de frente, no sólo el acosador gana, sino que además ese niño no aprende sobre la necesidad de poner límites ante el abuso emocional o físico de otros. Entonces ¿qué es probable que encontremos en la edad adulta?, ¿qué va a devolvernos esa indefensión aprendida? Parejas construidas sobre esa existencia de abuso, que puede pasar del psicológico y agrandarse también en el plano físico. O en el entorno laboral, no saber poner límites desde niño, puede llevarnos a ser un adulto sumiso que traga con cualquier cosa y que sufre de adulto lo que ya ha asumido como “normal” desde su infancia, pasando del bullying al mobbing.

Abordar cada uno de los problemas asociados a la etapa de vida en que nos encontramos contribuye, sin lugar a dudas, al proceso de crecimiento al que hacíamos mención al inicio de este post.

La importancia de la higiene mental en todo proceso de crecimiento

Por último, si somos capaces de mantener esa correcta higiene mental -aprendiendo de lo positivo pero también de lo negativo y desechando todo aquello tóxico sean personas o situaciones-, de incrementar nuestra madurez y consciencia con las experiencias positivas y negativas que cada momento nos brinda, seremos capaces también de gozar de una mejor vejez. No sólo por nuestro autocuidado aprendido a lo largo de nuestra vida y mantenido en el tiempo a nivel físico y corporal.

Mantener relaciones saludables con nuestro entorno, conservar lazos personales sólidos con familia y amigos nos ayudará a transitar en esta última etapa con menos soledad, tan importante en este período, y no sólo por nuestra más que probable dependencia física. Haber sabido solucionar conflictos, encontrando una madurez tranquila y sin sobresaltos es clave para poder vivir esa etapa donde lo que nos sobra es tiempo, con plenitud y acompañados por las personas que hayamos decidido mantener a nuestro lado y que nos hayan mostrado su valía y su afecto.

Al fin y al cabo, cuando echamos la vista atrás, sea cual sea el momento de nuestra vida, los principales hitos de nuestra vida están caracterizados siempre por esas personas que hicieron posible el cambio y que nos ayudaron a crecer a través de la adversidad o, en el mejor de los casos, a través del amor. Todo proceso de crecimiento de una persona necesita de estos hitos, las situaciones y personas que los hicieron posible.

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