Normalmente, las vacaciones de verano se convierten en el punto de inflexión para varias parejas que, al volver de sus destinos, deciden acabar con su relación. Esta situación se da cuando dos personas pierden la ilusión en un proyecto común y se encuentran estancados en una rutina. Y esto a menudo deriva en un divorcio porque, tal y como explica Carmen Sánchez, experta en relaciones humanas inteligentes, con más de 20 de experiencia, a la llegada del verano la discordia hace mella y parece imposible ponerse de acuerdo en algo.
Las crisis de pareja, que son más comunes de lo que imaginamos, suceden porque es muy complicado acabar con los hábitos que hemos adquirido con el tiempo, y romperlos puede suponer un agobio o una ilusión, depende del momento en el que se realice. Hay parejas que están inmersas en una monotonía, que deciden llenar sus días de trabajo, con actividades fuera de casa y con muy poca convivencia, para escapar de esa situación pero eso es un error porque siempre acaba en discusiones.
A las personas les da pereza comunicar la situación y proponer acuerdos, por lo que finalmente se instalan en el reproche. Y si a eso le sumamos la circunstancia de que las relaciones han evolucionado y la estabilidad de la pareja ha disminuido en las últimas décadas y sigue decreciendo, como consecuencia de la ausencia de un proyecto común de futuro. Existe un vacío existencial profundo en la relación y por ello, no se logra una estabilidad.
Según la experta en relaciones humanas inteligentes, «la clave se encuentra en aprender a evolucionar y madurar juntos». Lo que ocurre con más frecuencia es conocer a alguien de forma muy deprisa, por lo que las relaciones se queman antes de empezar. En este sentido, hay que pensar a priori si estamos preparados para tener una relación y después, aprender a crear un proyecto en conjunto y a admirar a nuestra pareja. Del mismo modo que aprender la forma de gestionar los roces, para el momento en el que surjan.
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