El buen líder, ¿nace o se hace? Esta pregunta, que parece sencilla e intuitiva, se pasa por alto en situaciones y escenarios en los que un líder es tan importante como el conjunto de sus empleados. Conviene saber si el líder nace o se hace porque ahorra frustraciones, consolida la productividad del equipo y apuntala los objetivos de la empresa. La respuesta no es binaria, sino que se encuadra en una graduación de matices: el líder nace y se hace.
Si acudimos al diccionario de la Real Academia de la Lengua, comprobamos que el líder es la persona que dirige o conduce un partido político, un grupo social u otra colectividad. En su segunda acepción, la palabra líder alude a la persona o entidad que va a la cabeza entre los de su clase, especialmente en una competición deportiva. Y por último, a la persona que tiene el potencial de dirigir un gran número de masas o persona que destaca en una misma actividad.
En suma, el líder es la persona que tiene una cosmovisión de todos los procesos, funciones y recursos englobados en una empresa u organización; el individuo más o mejor capacitado para gobernar con orden todos esos recursos y para influir de manera positiva en todas las personas que se operan en el ámbito de su responsabilidad. El líder consigue que los demás crean en él y que, gracias a esa fé, lleven a buen puerto las funciones que tienen asignadas.
Entonces, recuperando la pregunta inicial, ¿todo el mundo puede ser líder si trabaja para adquirir las características reunidas en el párrafo anterior? No exactamente. No todo el mundo puede ser líder como no todos los árboles pueden ser olmos; afortunadamente. La diversidad siempre es buena noticia.
En el caso concreto del individuo, hay que decir que dentro de cada ser humano sí existe un potencial a desarrollar en su beneficio y en el beneficio de los demás. Que dentro de cada ser humano hay una vocación, y esa vocación puede ser más o menos distinguible para el ser humano que la posee. Hay quien la descubre a edades tempranas y quien no la descubre nunca.
Las capacidades del buen líder
Hasta ahora hemos dado respuesta a los cuestionamientos sobre el origen del buen líder y hemos visto de manera somera las cualidades que éste necesita desarrollar, pero ahora vamos a profundizar un poco más en esas capacidades. Así, el líder debe tener una visión amplia de todo lo que está bajo su influjo, capacidad de estrategia y capacidad de empatía con la gente que está a su alrededor. Además, y esto es también importante, el líder debe apoyar su trabajo en valores como la generosidad y la honestidad.
Partiendo de esa receta, el buen líder estará en disposición de influir de manera orgánica sobre todos los que están a su alrededor, de generar eficiencia y efectividad sin necesidad de insistir en ello. En ese sentido, una persona consciente de su liderazgo tiene la capacidad de escuchar, comunicar con mensajes claros y, de manera complementaria, la costumbre de preguntar para confirmar lo que la persona ha comprendido y asegurarse de que está en sintonía.
Cuando ocurre todo esto y tanto líder como empleados están en sintonía, queda conglomerar la unión para que no se derrumbe al primer golpe de ventisca. En ese sentido, ¿qué acciones es importante que lleve a cabo un jefe para mantener las relaciones con sus empleados desde un punto de vista positivo? La primera y acaso la más importante es que el líder construya una Visión –sí, en mayúscula– a largo plazo.
Después, debe desarrollar estrategias congruentes con La Visión y rodearse de las personas que crean en sí mismas y se vean capaces de acompañar al líder en su proyecto. En el día a día, cada miembro de la empresa ha de tener claro qué es lo verdaderamente importante, llevar a cabo las acciones necesarias para avanzar en el proyecto empresarial y en su propio desarrollo.
Para terminar, el líder ha de llevar a cabo un seguimiento y confirmar si cada miembro de su equipo está alineado con el proyecto en el corto plazo. Para ello ha de escuchar y consensuar, trabajar en la importancia y excepcionalmente en la urgencia. En suma, el líder ha de influir, consensuar y escuchar, evaluar y finalmente, ante una eventual premura, tomar las riendas de la situación.
Índice de contenidos