Ana es el nombre ficticio que recibe una persona que vino a visitarnos a Intelema, y gracias a descubrir la forma para gestionar su inteligencia emocional pudo cambiar su vida. Una de las primeras cosas que le preguntamos cuando llegó fue cómo era su vida profesional y personal antes de comenzar el proceso.
Su cambio fue radical. Pasó de estar viviendo con su pareja, y que su madre y una amiga íntima se ocuparan de ella a encontrar su libertad. Al principio, tenía que ir su amiga íntima después de dejar a su hija en el colegio a levantarla, prepararle el desayuno y la llevaba a casa de su madre y pasaba todo el día en casa de su familia hasta que por la noche, sobre las 21:00 horas, su pareja la recogía y la llevaba de nuevo a su hogar.
Al principio del proceso, Ana se estaba medicando a través de su psiquiatra y estaba en tratamiento con una psicóloga. Se hallaba muy triste, desganada, hablaba y andaba muy despacio, su cuerpo estaba encogido. Se percibía que no estaba pasando por un buen momento.
La experta en relaciones humanas y desarrollo de personas, hizo dos cosas: hablar con los profesionales que la trataban y convocar una reunión con la madre, la amiga íntima y con su pareja. Después de escuchar a todos y cada uno de ellos de manera individual, les propuso un ejercicio: que Ana se fuera a vivir sola durante una semana y que se ocupara ella de sí misma. Ana dijo que sí, que sí se veía capaz de levantarse, de hacerse sus comidas e incluso de salir a respirar a pasear ella sola. La madre y la amiga tenían algo de miedo.
La profesional les dijo que se ocuparía de llamar por teléfono por la mañana y por la noche a Ana y si percibía algo para preocuparse les informaría. Pero, ¡sorpresa! La primera semana fue capaz de estar ella sola y decidir en cada momento qué quería hacer. Después hubo una 2ª semana, una 3ª, una 4ª. Ana comenzó a descubrir su potencial y a creer en ella.
Lo extraordinario vino después. Cuando se separó de su pareja. Se fue a vivir sola de forma definitiva y comenzó de nuevo con su trabajo de funcionaria. Quería tener hijos, aunque no tuviera pareja. Ahora es mamá de un niño, se siente fuerte, consciente y profundamente satisfecha con lo que elige cada día.
Casos como el de Ana son los que estamos acostumbrados a recibir. Muchas personas se sientes desorientadas y no saben qué rumbo debe tomar su vida. Y cuando esto ocurre es muy díficil salir al paso. Por eso, desde Intelema, trabajamos con ellos para que puedan retomar las riendas de su vida.
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